miércoles, 2 de enero de 2013

El gordo puso la mesa y Julio la sirvio

  Después de varios días  me di una vuelta por editorailorsai.com para ver si el gordo había actualizado algo. Me doy con que las tres secciones donde dejan las entradas nuevas estaban renovadas. De ellas, por el momento, leí solo una, "Leer en voz alta" se titula y cuenta brevemente su paso por la radio de Pergolini a lo largo del 2012 leyendo cuentos cortos de su autorìa, y cómo eso vendría a ser la vuelta al viejo sistema de lectura en voz alta en una ronda junto al fuego. Un lector, muchos oyentes. Ese post, ademas, fue su ultima participación en el programa.
  Me suele ocurrir bastante que frente a algo poco frecuente en mi vida que se me aparece de pronto, se comienzan a encadenar diversas situaciones relacionadas a ella. Esas "casualidades" que se presentan, que justo el dia en que alguien te nombra algo que en tu puta vida habías escuchado, se te presenta al poco tiempo desde otro lado, solo por poner un ejemplo.
  En este caso, esa misma tarde luego de la lectura de Leer en voz alta, me siento tranquilo en mi cuarto a seguir incursionando en el mundo del tejido macrame. Como cada vez que me instalo a realizar una actividad de ese tipo, me preparo antes una listita de música relajada. 
  Mientras buscaba que escuchar veo en mi mesa un CD que me paso la vani de Julio Cortazar. El mismo leyendo sus cuentos. Hacia varios meses que lo tenia por ahí y nunca le había dado bola. Hay cosas que les tienen que llegar el momento exacto para el disfrute, ni antes ni después  Y ese momento había llegado. Alguna parte de mi inconsciente me hizo tomarlo entre mis manos, meterlo en la lectora de la PC, darle play y sentarme a anudar. Arranca Cortazar hablando justamente de mismo tema que Casciari me había hablado horas antes. El sentarse a escuchar a un narrador, obviamente con el característico vuelo espacio - temporal de este genio. El gordo preparo la mesa, y Cortazar me sirvió unos platos de puta madre. Les dejo uno que me voló la cabeza, si pueden bájense el audio, es mágico.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

  Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Gracias Julio

  Y todo esto me lleva a algo que también me viene dando vueltas en la cabeza hace rato, los fenómenos de sincronicidad, diversas situaciones objetivas o subjetivas que no pueden ser explicados causalmente. Tema analizado por Jung, que vuelve a aparecer en mi vida en relación a muchas cosas. Y sera su próximo libro a leer. Ojala me de el tiempo.

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