Llueve. No una llovizna, ni tampoco una lluviecita. Llueve, con todas las ganas. El cielo se decidió a descargar toda su furia acumulada. Tampoco es que la acumulo durante tanto tiempo, ya que ayer también descargo su furia. Y ahí va de nuevo. Con todo. Disfruto. Me encanta. En poco minutos las calles son ríos Sus brazos principales son el Río Nogales y el Río Palmeras. Esos dos se unen en el Río Almendros, afluente del Río Eucaliptos que desciende desde los mas imponentes picos de Tres Cerritos. Tan solo ayer me vi obligado a cruzar a pie el Río Nogales y el Río Palmeras en el clímax de la furia celestial. Son paralelos, debo atravesarlos si o si para llegar a mi casa... encima el Río Nogales viene corriente a contramano el muy atrevido.
Esta vez me agarró en casa, recién terminado de comer. Con la Vani nos vamos a mi cuarto, cerveza helada en mano. Abrimos un ventana de par en par, una que esta estrategicamente ubicada, logrando que prácticamente ninguna lluvia ose ingresar. Instalamos dos sillas de frente a la ventana, con el olor a lluvia mezclado con asfalto golpeando nuestra cara, y el nuevo aire que trae consigo. Armamos una pipa con tabaco de Grecia que me convidaron. Destapamos la cerveza. Un vaso, una pipa. Para compartir el momento al 100 por 100. Nos quedamos mirando caer la lluvia y disfrutando de nuestro momento ceremonial. Autos que pasan acelerados, motos con repartidores atendiendo clientes inoportunos, ciclistas hechos sopas. En general la gente se acelera con la lluvia. A mi me pone frenos. Tanto en interior como en exterior. No me mojo menos por correr, así que trato de disfrutar el momento sopa.
Charlamos un rato, escuchamos y olemos todo, silencio. Pongo dos temas para el momento: Fools Gold, de Lhasa, y Estrella Fugaz, de Puente Celeste. A viajar un rato con esas dos hermosuras musicales... melancolía, melodías, silencios, trance, lluvia, agua.
De a poco la lluvia va cediendo. Los ríos van recobrando forma de calles. El trance y la ceremonia dejan lugar al sueño y a la siesta. Nos acostamos y nos quedamos profundamente dormidos.
Esta vez me agarró en casa, recién terminado de comer. Con la Vani nos vamos a mi cuarto, cerveza helada en mano. Abrimos un ventana de par en par, una que esta estrategicamente ubicada, logrando que prácticamente ninguna lluvia ose ingresar. Instalamos dos sillas de frente a la ventana, con el olor a lluvia mezclado con asfalto golpeando nuestra cara, y el nuevo aire que trae consigo. Armamos una pipa con tabaco de Grecia que me convidaron. Destapamos la cerveza. Un vaso, una pipa. Para compartir el momento al 100 por 100. Nos quedamos mirando caer la lluvia y disfrutando de nuestro momento ceremonial. Autos que pasan acelerados, motos con repartidores atendiendo clientes inoportunos, ciclistas hechos sopas. En general la gente se acelera con la lluvia. A mi me pone frenos. Tanto en interior como en exterior. No me mojo menos por correr, así que trato de disfrutar el momento sopa.
Charlamos un rato, escuchamos y olemos todo, silencio. Pongo dos temas para el momento: Fools Gold, de Lhasa, y Estrella Fugaz, de Puente Celeste. A viajar un rato con esas dos hermosuras musicales... melancolía, melodías, silencios, trance, lluvia, agua.
De a poco la lluvia va cediendo. Los ríos van recobrando forma de calles. El trance y la ceremonia dejan lugar al sueño y a la siesta. Nos acostamos y nos quedamos profundamente dormidos.
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