domingo, 27 de enero de 2013

De viejas y tiempos

   Doscientas cuarenta personas estaban invitadas. Los últimos tres eventos, dos quinces y un casorio, habían sido por demás tranquilos (excesivamente, tal vez) y de mucha menos gente. Así que este prometía estar un poco mas movido. Lado positivo, la noche se pasa mas rápida mientras. Y así fue realmente, aunque el ingreso de una batucada a las 2 de la mañana, sumado a que me había llevado un libro, ayudaron claramente.
  A la tranquilidad de el ingreso de los otros eventos, porque ese es mi labor de fiebre de sábado por la noche, estar en la recepción del salón con las listas de invitados, este fue mucho mas ajetreado. Por momento se acumulo bastante gente en la puerta, pero nunca paso a mayores gracias a la buena onda en general de los invitados.
  Fue en medio del mayor embotellamiento en hora pico que llega un grupo de viejas, y le pusieron una pausa al acelere nocturno. Las viejas, y los viejos, viven en pausa. Es decir, a comparación con la velocidad que llevamos todos los días  el compartir momentos que gente mayor te hace tomar conciencia de que en absolutamente todo, vivimos acelerados. En cambio ellos mantienen aun su antiguo ritmo de vida. (Estaba por subir las escaleras que dan del estacionamiento del shopping a su entrada lateral, frente a la Tombola (escalera que tiene el ancho de una sola persona, por cierto), cuando comienza a bajar gente. Me quedo a un costado y espero. Una niña baja primero, seguido por una señora que calculo era su madre y, finalmente, agarrada con las dos manos de la baranda lateral y bajando de perfil de a un escalón  la abuela de la primera y madre de la segunda. Ellas ya habían llegado, yo continuaba a un costado, y la vieja no estaba ni en la mitad. No sacaba la vista de los escalones. - Ya voy, ya voy -, dice la vieja. - No se preocupe que no tengo ningún apuro -, le respondo. Ante esa voz desconocida y que se ve no se esperaba  la vieja frena, levanta la vista, ve que no estaban sus familiares y que yo esperaba a los pies de la escalera. - Ay joven, discúlpeme  ya llego -, dice entre risas. Le sonrío  - No se haga problema, los que tenemos que frenar un poco somos nosotros -, le digo entre risas. - Ay si, tiene toda la razón -. Finalmente llega, nos saludamos y cada cual siguió su rumbo.)
  A medida que estas viejas me decian sus nombres y las buscaba en la lista de invitados, comencé a sentir ese olor... Si, hay olor a viejo, de igual modo que los bebes tienen también su olor característico  Viví tres años con mis abuelos y puedo asegurarlo. Y fue hacia allí que me llevo instantáneamente ese olor. Ellos fallecieron hará unos dos años, pero mientras buscaba los nombres sentía que estaban frente a mi, o alrededor mio, en alguna parte escondidos en ese preciso momento. Todo disparado por el olor que portaba alguna de ellas, o tal vez todas. 
  Las tilde en la lista, les indique su mesa y las invite a pasar. Y fue ahí que no solo el olor se me hizo familiar, sino también el modo en que vestían y el peinado que llevaban. A tal punto me hicieron acordar a mi abuela que casi les digo - Ey! Yo soy nieto de la Tita Lasteche! -, convencido de que se tenían que conocer. Si todo el mundo se conocía en la Salta de esas épocas  Pero mi convencimiento llegaba al grado de estar seguro que no solo eran conocidas, sino que eran intimas amigas.
  Las viejas entraron chochas al salón  a disfrutar de un casamiento mas en su larga vida. No me anime a decirles nada de todo lo que paso por mi cabeza en ese instante de pausa traído del mas allá por ellas mientras ingresaban al casamiento un sábado de carnaval en Salta.
  Y en medio de todo este delirio, el quilombo de gente aguardando por ingresar. La teoría de la relatividad aplicada a un acontecimiento de lo mas cotidiano... esos segundos en que transcurrió toda la secuencia con las viejas, susu olores, aspectos, todo lo que disparo, todo lo que paso por mi cabeza, todo lo que pensé  fueron mucho mas largos en mi dimensión espacio - temporal interna que la que marcaban los relojes de esa otra realidad practica que se desarrollaba en la recepción del salón.
   - Quiroga Javier y familia -... - Si, mesa numero 23, adelante por favor. - Zerdan Sofia -. - Buenas noches, mesa numero 10 es la de usted, adelante, bienvenida. - Oramella Gaspar -. - Mesa numero 7, adelante -. El tiempo volvió a su cause habitual de segundos y minutos, para volver a desbordarse a las 3 de la mañana, cuando abrí las paginas de un libro.
  Y en medio de la madrugada, ese olor volvió a hacerse presente, y supe que las viejas habían abandonado la fiesta.

1 comentario:

  1. A veces, caminando por la casa del campo, me parece sentir el olorcito a abuela dando vueltas... Quizás mezclado con un arroz con leche o unos ñoquis caseros.
    ¡Qué bien poco preciado los abuelos!

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