Compostura del calzado. Entraba a buscar una zapatillas que había dejado a arreglar. - "Para el viernes después de las 18 hs están", me habían dicho. Eran las 18:20 hs aprox. del viernes. Una sola persona antes de mi turno. Lo veo de perfil y se me hace conocido. El gordo, excelente baterista, de aquellas épocas mayoleras, ademas de excelente persona. Que alegría venir a cruzarmelo después de tanto tiempo. Y que extraño lugar para el reencuentro.
Ahí nomas nos damos una fraternal abrazo y nos ponemos al día con los acontecimientos de los últimos 3 años, tal vez 4. Música bandas, facultad, laburos, novias, vida... en fin, todo lo que uno se pone a charlar con alguien que hace mucho que no ve y del cual no tiene noticias.
La señora detrás del mostrador termina de atenderlo, le alcanzo mi papelito con mi respectivo arreglo y empieza a buscarlo. Nosotros seguimos meta charlar. Abajo del mostrador. Nada. Se va para arriba, ahí parece que esta el taller. Seguimos informándonos Baja con las manos vacías - "Te pido mil disculpas, recién están pegándolas, van a estar para mañana antes de las 13 hs". - "Esta todo mas que bien", le digo. Haberme encontrado con el gordo acá ya justificaba toda la movida de las zapatillas. Salimos, la novia estaba en el auto esperando, seguimos con la charla. Nos despedimos con otro abrazo, nos actualizamos celulares, cada uno sigue por su lado.
Llego a mi casa, dejo cosas, agarro otras, y parto al depto de mi hermana a conocerlo y compartir un birrin. Hermosa caminata de veinte minutitos, para ir rememorando el barrio y las andanzas. Acompaña Lisandro con su disco nuevo. Mejor imposible. La ciudad con Lisandro tiene otro sabor, un poco mas dulce, pero sin empalagar, recubriendo todo con un aura de melancolía sur.
Doblo por Av. Centenario, hago una cuadra, y ahi estaba el otro regalo de Buenos Aires. Una camioneta parada en medio de la avenida, una moto, y un hombre inmóvil en el pavimento. Muchedumbre alrededor, autos que disminuían la velocidad para ver mejor, gente que salia de los negocios y se sumaba al espectáculo . Escalofrío bajo la mirada, me vuelvo a mi Mundo Anfibio. Sigo caminando. Hago dos cuadras, una vieja con un caniche blanco ala en brazos bajándose de un auto en una esquina me mira fijo. Noto que esta moviendo los labios. - "Me debe estar preguntando algo", pienso. Me saco los headphones, Mundo Anfibio se desvanece - "¿Lo mato? El hombre de la moto, ¿esta muerto?". - "No tengo idea señora, no me quise quedar a averiguarlo". - "Hay si es verdad".
Devuelta a mis headphones, sigo mi camino. Dos cuadras mas, alrededor de dos temas y medio después de haber visto el accidente, escucho la sirena de ambulancia que viene a lo lejos. Mucho transito, poco espacio, ciudad, gente, kilombo. Finalmente logra abrirse camino y pasa a toda velocidad. El hombre con el casco sobre el pavimento, al lado de la moto, aparece ante mi.
Y mientras escribo esto, aparece "La noche boca arriba".
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