domingo, 31 de agosto de 2014

Sin nombre

Todos seria mucho mas fácil si uno no tuviese conciencia de nada. Pero ahí aparece el problema. En cuanto uno empieza a tomar conciencia de ciertas cosas, todo se vuelve mas complicado y ya no puede hacerse el pelotudo. Que problema. Mas complicado aun, cuando el lugar del que uno viene no tiene sus mismas preocupaciones. O tal vez si, aunque no parezca. ¿Quizá desde otro lado? En fin, aquí estamos.
Lo difícil de cuando se empieza a comprender ciertas cosas es que uno ya no puede justificarse en base a una posible ignorancia, sino que ahora pasa a ser pura y exclusivamente una falta de voluntad. Esta claro que no se reduce a eso, sino que entran en juego todo un cumulo de otras realidades objetivas que no se pueden dejar de lado: laburo y estudio ocupando el podio.
Y entonces volvemos al circulo vicioso, realidades que nos empujan por el lado de hacer la vista gorda hacia aquellas cosas de las que tomamos conciencia. La individualidad, la subsistencia de cada uno, la vida de cada uno, vs. el bien general. ¿Como equilibrar ambas? Debe ser una de las grandes preguntas.

Poner un disco. No un cd, un disco. Si, un vinilo.Quitar la tapa (este no se levanta, se quita, a diferencia de muchos). Mover el brazo que equilibra el disco en el centro. Colocar el disco elegido, posicionar la pua. Todo para escuchar media hora, tal vez un poco mas, de música. Luego hacer le proceso inverso para dar vuelta el disco. Se opone por el vértice al sistema actual: elegir una carpeta de música o una lista, ponerle play, y tener la posibilidad de que se reproduzcan horas y horas de lo que uno haya elegido. Todo con el movimiento del dedo indice, y apenas la muñeca. Me di cuenta que opto por lo primero. No solo por una cuestión sonora, sino por una cuestión ritual. El mercado musical virtual ilimitado atenta contra la ritual, al menos en este sentido, ya que se podría pensar que genera un nuevo ritual en torno a ceros y unos.
Pero los ceros y unos se desvanecen en mis manos, a medida que de un surco apenas visible comienza a salir sonido, comienza a brotar música. 
Tomo la pipa entre mis manos, el tabaco, el fósforo, y doy lugar a eso combustión placentera a la cual me lleva el tan solo hecho de colocar una púa apenas visible sobre un circulo negro. Una bocanada para el primer acorde. Y a disfrutar de unas limitadas opciones que tengo en mi poder.
Como requieren de todo un proceso, ahora la música paso a ser para determinados momento específicos. Cocinar con Gardel, Julio Sosa o Silvio Rodriguez; estudiar con Chopin o Brahms; limpiar con Baglietto; tomar una birra con Elvis. Elvis, por dios como no lo conoci antes. El tener a disposición todo lo que uno quiera deriva en un atentado contra uno mismo. 
Birra con Elvis. Se me acabo la birra. Dejo de sonar Elvis. ¿Y ahora? Afuera suenan "los hitazos del momento" desde alguna casa que esta de fiesta. Todos le cantan a sus amores imposibles, a sus traiciones. Chicas se dirigen a la esquina a ofrecer sus servicios. Llega un mail: el mundo continua su rumbo, la lucha por un cambio estructural de este sistema es evidente que continua. No se toma vacaciones, no tiene feriados, no detiene su marcha. Por que la opresión tampoco se toma respiro.
Un ultimo trago. Una ultima bocanada. Una ultima reflexión que se entrecruza con imágenes repentinamente surgidas del mas profundo inconsciente.
Punto

viernes, 22 de agosto de 2014

De sombras y cucarachas

Sombras te persiguen en la calle. Las mismas que hace unas noches te despertaron. Te levantas, dispuesto a acabar con ellas, pero son más rápidas, mas agiles, y ninguno de tus golpes logra ser certero. Y en medio del sueño no sos capas de encender la luz para llevar a buen puerto la batalla. Todo transcurre en total oscuridad. Ventaja clara para esos insectos. ¿Por qué? ¿Por qué mi inconsciente quiere que libre esa batalla en oscuridad, y que la pierda?

En medio de la desesperación por la frustrada cacería, te despertás. Prendes brevemente la luz para verificar que no haya ninguna cucaracha dando vueltas. Volvieron. Las mismas que habían sido vomitadas en medio de la selva amazónica años atrás. Expulsadas de las entrañas a donde pertenecen. Un túnel negro cuyo fondo se hacía más y más lejos a medida que vomitaba más y más. Y las podía ver en el fondo, luchando por salir, ahogándose en medio de ese fétido liquido negro que iba llenando el balde. El mundo daba vueltas, no había abajo o arriba, todo quedaba librado al artista. Y mientras más se caían todas las leyes y normas que gobiernan nuestro racional mundo, mas cucarachas eran vomitadas.

Finalmente, volvieron. Y a medida que salen y se propagan, comienza a aparecer una línea invisible ligando a Gregor Samsa, Harry Haller y Juan Pablo Castel. Exactamente en ese orden. Fue inevitable no acordarse de ellos dos a medida que me sumergía en los pensamientos de Juan Pablo. Infancia y juventud. Obligación y elección. Y el círculo se cierra (¿o se abre?) con la invasión de las cucarachas.


Hay que volver a vomitarlas, enfrentarlas de nuevo; no es más que enfrentarse a uno mismo.