domingo, 12 de mayo de 2013

El brillo

  Hay algo que brilla. Lo veo desde mi ventana con la vista vuelta al norte. Un valle que se pierde entre el flanco de dos cerros. Apenas un hilo de agua se distingue en su centro. Pero allá  lejos, veo algo que brilla. Intento forzar la vista, distinguir algo, por mas mínimo que sea. Pero nada, imposible. La Caldera, calculo para mis adentros. A esa altura debe estar La Caldera. Aunque ese detalle no me ayuda mucho. Siempre miro por mi ventana en la misma dirección y es la primera vez que me doy con este brillo. Desde que me instale en este departamento hace poco mas de un mes, cambio la perspectiva de todo. Y no solo por estar en el 3º piso. Cambio el espacio, cambiaron los caminos, los recorridos, los tiempos, los almacenes, la gente, y tantas otras cosas. Antes mi mirada no se perdía  o al menos no en el horizonte. El cerro 20 de febrero y sus antenas se interponían entre esa linea y mi cuelgue en la nada. Así que el punto en el que me perdía era otro.
  Los horizontes tienen algo atractivo. Y no hablo metafórica ni simbólicamente  Atraen, siempre me atrajeron. Sentarme frente al mar en las vacaciones a mirar durante horas esa linea inexistente que separa un punto inexistente. El horizonte. Irreal copulación de cielo y tierra. Vuelta a los orígenes.
  Pero algo sigue brillando. El libro descansa en mis rodillas, ese punto indescifrable se volvió mucho mas interesante, aunque no se porque. Esa intriga por lo desconocido, por lo lejano. Y la hipnotizante perspectiva  de todo un barrio, valle, cerros y horizonte que tengo desde mi nueva ubicación  Y sobre todo ese horizonte, ese amado horizonte que me robaron los cerros.
  Quizá sea eso. Ese punto insignificante que brilla entre mi existencia y esa linea inexistente son solo el anzuelo que tiende el horizonte para que vuelva hacia él. El brillo me atrae, pero mi mirada se pierde mucho mas allá. 
  Vuelvo al club, vuelvo al río  vuelvo a la pesca, vuelvo a los mates, a las cervezas, a los 13, 14, 15, 16 años... Vuelvo al faro que brilla perdido en medio del río y la noche entre mi existencia y la inexistencia del horizonte. Y el tiempo se dobla, retorna, me visita y se va. Espiral. El espacio se plega y mi horizonte de río es ahora apenas un corte de Valle entre los cerros que se esfuerzan por cerrar el paso a la vista infinita. El faro, un punto indescifrable, incognoscible, inalcanzable que brilla perdido en un mar de rocas al mediodía; la orilla, el dintel de mi ventana. 
  Y así me encuentro en mi mas profundo ser situado en un espacio liminal, visagra de dos realidades ontológicas diferenciadas, dos dimensiones espacio temporales que solo tienen existencia en mi existencia.
  El sol en su camino deja de alimentar el brillo. El amanecer apaga el faro. Me alejo de la ventana y retomo mi lectura. Levanto los envases vacíos y emprendo el regreso a casa.