martes, 29 de enero de 2013

Cuatro de Corazones


  Hará poco más tres años y medio que la carta está pegada en el techo del living. Cuatro de corazones, con una firma en el centro. Pocos son los que se percatan de su presencia. La firma pertenece a mi abuela, fallecida hace unos dos años. Hay demasiada carga en ese living como para que una carta llame la atención. Ésta es desviada hacia los innumerables cuadros (collage, acuarelas, maderas) que empapelan las paredes. Apenas el espacio entre cuadro y cuadro nos deja descifrar el empapelado. Más podría asemejar a una galería de arte que a un living domestico.
  Y ahí, sola en el techo, sin nada más que la acompañe, una carta. Cuatro corazones ligados mediante una firma que desde hace más de tres años custodian todo lo que ocurre. Muchos visitantes, después de innumerables veces de haber pasado por ese living, levantan la vista al techo en medio de unos segundos de distracción que le brindan los cuadros (ya se acostumbraron a ellos) y se topan con esa extraña presencia. - ¿Qué hace una carta pegada en el te-cho? -. Preguntan entre risas, sorpresa e intriga. Y ahí arranca la historia de la carta.
  Esa noche veníamos de una larga sobre mesa. La charla arranco en torno a un debate sobre anarquistas, comunistas, la moral, la revolución y cosas de esa índole que no vienen al caso. A medida que anochecía y la luna llena iba siendo cubierta por gruesas nubes, fue girando hacia el lado de lo sobrenatural: ovnis, espíritus, presencias, sueños, símbolos. A medida que la charla avanzaba la atmósfera de lo desconocido nos iba envolviendo.
  Pero todo esto fue interrumpido a eso de la una y media de la mañana por unos vecinos de fiesta con música a todo volumen, por lo que decidimos pasar al interior, al living.
  Cada uno busco su lugar, nos acomodamos, empezó a girar un mate y, al poco tiempo, escucho a mi prima: - ¿¡Qué hace una carta en el techo!? -. No era la primera vez que ella estaba en la casa, pero sí la primera vez que se percataba de esos cuatro corazones autografiados. Algunas risas, y el resto de los invitados que comenzaron a preguntarse lo mismo, mientras me miraban esperando algún tipo de respuesta.
  Mi hermano, Pablo, saco su mazo de cartas del bolsillo interno del saco del traje. Le encantaba ponerse ese saco cada vez que iba a hacer magia, era su indumentaria oficial. Hace más de un año que venía haciendo un curso de magia y, la verdad, que hacia cosas que a uno lo deja-ban con la boca abierta. Después de hacer todo el preámbulo, que uno como mago está obli-gado a hacer, mezcló las cartas y se las extendió a mi abuela, no sin antes advertirle que ese truco no tenía nada que ver con todo el resto de los que había hecho esa tarde; éste era mu-cho más difícil, por lo cual las posibilidades de que haya algún error eran mayores. Mi abuela tomo una carta, procurando exageradamente apartarla de la vista del mago. Era su posibilidad para desbaratarle un truco, para que, esta vez, sea él el que quede mal parado. Yo me asomé un poco, de curioso, para ver la carta que le había tocado. Cuatro de corazones. El mago le alcanza un marcador negro y le pide que la firme. Mi abuela, desconfiadamente, firma la carta recién cuando el mago se voltea, no vaya a ser que aproveche y le espíe. Le devuelve el marcador y ubica la carta entre medio de todo el mazo, mezclándolo nuevamente antes de devolvérselo, ante la mirada de consternación del prestidigitador. Su cara ya no expresaba la confianza y seguridad de minutos antes.
  Era el momento propicio para contarles el porqué de una carta en el techo. Los ánimos y las sensibilidades venían siendo preparadas desde hace horas en la sobre mesa. Casi que la música fuerte que nos obligó a ingresar fue disparada en el momento exacto para caer a la historia de esa carta. Ante la pausa que di antes de comenzar el relato, algunos se alarmaron y advirtieron que, si la historia tenía que ver con espíritus o algo del estilo (que era lo que se venía hablando), la evite. No creían en esas cosas, pero esa noche dormían en casa, así que preferían ni estar enterados de algo así. En las brujas no creo, pero que las hay, las hay. Los tranquilice. - Nada que ver, la cuestión viene por otro lado -, les digo.
  El mago tomo el mazo. Lo miro unos segundos… Nosotros los mirábamos atentamente a ambos. El tiempo parecía haber bajado su ritmo. No volaba una mosca. Estábamos todos expectantes a la resolución. Mi abuela ya se relamía ante el insipiente fracaso del truco. El mago, redoblando la apuesta, mezcló de nuevo. Y ante la mirada atónita de todos, arrojo con fuerza el mazo contra el techo. Eso sí que nadie se lo esperaba. Una lluvia de naipes iba descendiendo poco a poco. Desparramadas por el living, unas caían mas acá y otras mas allá. 
  Pero una de ellas no cayo nunca. Un cuatro de corazones, con la firma de mi abuela al centro, nos mira desde el techo desde entonces. Mi abuela fue la primera en quedar completamente sorprendida ante el truco. El resto soltábamos risas de asombro y aprobación. Algunos de los presentes aplaudieron. El mago agradeció al público, se despidió y se sacó el traje. Pablo se quedo en el centro del living mirando, con asombro, la carta firmemente pegada.
  Nunca había sido mas centro de atención ese cuatro de corazones que en este momento. Los siete teníamos la mirada dirigida hacia él. Los cuadros que nos rodeaban ya habían pasado a un segundo plano. Y sé que todos mirábamos, por sobre todas las cosas, esa firma ausente en el centro de los cuatro corazones. Firma que ata un lazo al pasado y lo hace presente. Presente eterno de ese instante en que la carta quedo pegada al techo mientras otras 51 caían suavemente al piso ante la mirada atónita de mi abuela.
  La casa está en venta desde hace algunas semanas. No sabemos qué será de esa carta llegado el momento. Uno de los presentes desliza la idea de que sería lindo contarle la historia al futuro comprador y pedirle que no la saque, que la deje ahí, custodiando el living, hasta que decida su propio momento de caer.
  Quedan unos segundos de reflexión en el ambiente, con la mirada de todos aun dirigiéndose a la carta. Escucho el “clac” de la tapa del termo y mi prima me alcanza un mate. Me recuesto sobre el respaldo del sillón, doy el primer sorbo, vuelvo a mirar la carta. Y es entonces que, ante la estupefacción de todos los presentes, un cuatro de corazones firmado por mi abuela hace más de tres años y medio, comienza a descender flotando, girando suavemente, dibujando ese trayecto que quedó suspendido durante tanto tiempo, despertando del letargo para encontrarse en el suelo con 51 compañeras y una participante del publico que ya no están.
  A mil seiscientos kilómetros Pablo se despierta. Recuerda vagamente haber soñado con sus épocas de mago: gente que no acaba de reconocer, él vistiendo un saco de traje viejo, en sus manos un mazo de cartas de póker que se mueven hábilmente, y alguien entre el público que elije una carta…

lunes, 28 de enero de 2013

Casa Tomada

  Noche de insomnio. Que bajón que son. No me suele pasar, cuando me acuesto, caigo dormido en cuestión de minutos. Pero esta noche no hay caso. Tras dar vueltas y vueltas en la cama sigo sin dormir. Levanto un poco la persiana, el aire fresco de la noche entra a mi cuarto, junto a la luz de una hermosa luna llena. El gato aprovecha la ocasión para despabilarse un poco y de un salto desaparece en la noche. Que hacer para que llegue el sueño, es mi consigna. Prendo la luz y me quedo mirando un rato la biblioteca. Tengo varios libros en mi mesa que estoy leyendo, pero no quería agarrar ninguno de esos, quería algo cortito, para el momento nomas. Julio Cortazar, Los Relatos. Es una compilación de cuentos de Cortazar agrupados bajo otras directrices  esta Todos los fuegos el fuego, Bestiario, Final del juego, Octaedro y algunos mas pero distribuidos de otro modo. Lo abro y busco Caso Tomada. Ya lo había leído, en otra noche de insomnio, probablemente. Soy una amante de los cuentos cortos, y para estas ocasiones en que Morfeo decide no aparecerse, son un gran compañero. Abro la pagina 399 y comienzo a leer "Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua...". Era el primer cuento de la Tercera Parte de la compilación  titulada Pasajes.
  Que magia que tiene Cortazar, que capacidad para manejar el espacio - tiempo en sus relatos, para llevarte de una punta a la otra con tan solo unas palabras, de decir tan solo lo justo y necesario para dejarte ante el abismo de un mundo paralelo en el cual ya es uno mismo, el lector, el encargado de terminar de darle forma. Mientras iba leyendo el cuento ocurrió algo muy curioso. Estaba exactamente en el punto en que describe el polvo de la ciudad y de la casa, que los obligaba a limpiarla todas las mañanas: "Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una rafaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macrame;", y fue ese fragmento que activo algún disparador de mi memoria, llevándome a mis ¿12? quizá 13 años, mas o menos. No se porque, y probablemente no tenga ningún tipo de lógica racional, la idea del polvo en los rombos de las carpetas me hizo presente aquellos cuadernos que usaba en la infancia, Rivadavia de tapa dura con relieve de telaraña. Desconozco cuantas hojas en blanco abre gastado tan solo para apoyarlas sobre sus tapas y pintar con lapices de colores a toda velocidad la hoja, al tiempo que iba pareciendo, como por arte de magia, una espectacular telaraña calcada en mi hoja. 
  No se si seguirán existiendo esos cuadernos  Tal vez si, tal vez no. Mi gran interrogante en este momento es ¿porque? ¿A quien se le ocurrió forrar con un relieve telaraña una cuaderno de tapa dura destinado al uso escolar  ¿Con que objeto?
  Ojala que hoy día sigan cientos de miles de chicos haciendo aparecer de la nada en hojas pintadas a la mitad hermosas telarañas en trazos mas oscuros. Quien haya tenido de esos cuadernos y no lo hizo, no le creo. O es un boludo. Como si existiese un ser en el planeta que ante una cerveza helada en el momento en que empieza a sudar no haya intentado sacar su etiqueta en perfecto estado. No me jodan.
  De a poco llega la causa de todo esto, o al menos lo aparenta. Así que me voy despidiendo urgente. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

domingo, 27 de enero de 2013

De viejas y tiempos

   Doscientas cuarenta personas estaban invitadas. Los últimos tres eventos, dos quinces y un casorio, habían sido por demás tranquilos (excesivamente, tal vez) y de mucha menos gente. Así que este prometía estar un poco mas movido. Lado positivo, la noche se pasa mas rápida mientras. Y así fue realmente, aunque el ingreso de una batucada a las 2 de la mañana, sumado a que me había llevado un libro, ayudaron claramente.
  A la tranquilidad de el ingreso de los otros eventos, porque ese es mi labor de fiebre de sábado por la noche, estar en la recepción del salón con las listas de invitados, este fue mucho mas ajetreado. Por momento se acumulo bastante gente en la puerta, pero nunca paso a mayores gracias a la buena onda en general de los invitados.
  Fue en medio del mayor embotellamiento en hora pico que llega un grupo de viejas, y le pusieron una pausa al acelere nocturno. Las viejas, y los viejos, viven en pausa. Es decir, a comparación con la velocidad que llevamos todos los días  el compartir momentos que gente mayor te hace tomar conciencia de que en absolutamente todo, vivimos acelerados. En cambio ellos mantienen aun su antiguo ritmo de vida. (Estaba por subir las escaleras que dan del estacionamiento del shopping a su entrada lateral, frente a la Tombola (escalera que tiene el ancho de una sola persona, por cierto), cuando comienza a bajar gente. Me quedo a un costado y espero. Una niña baja primero, seguido por una señora que calculo era su madre y, finalmente, agarrada con las dos manos de la baranda lateral y bajando de perfil de a un escalón  la abuela de la primera y madre de la segunda. Ellas ya habían llegado, yo continuaba a un costado, y la vieja no estaba ni en la mitad. No sacaba la vista de los escalones. - Ya voy, ya voy -, dice la vieja. - No se preocupe que no tengo ningún apuro -, le respondo. Ante esa voz desconocida y que se ve no se esperaba  la vieja frena, levanta la vista, ve que no estaban sus familiares y que yo esperaba a los pies de la escalera. - Ay joven, discúlpeme  ya llego -, dice entre risas. Le sonrío  - No se haga problema, los que tenemos que frenar un poco somos nosotros -, le digo entre risas. - Ay si, tiene toda la razón -. Finalmente llega, nos saludamos y cada cual siguió su rumbo.)
  A medida que estas viejas me decian sus nombres y las buscaba en la lista de invitados, comencé a sentir ese olor... Si, hay olor a viejo, de igual modo que los bebes tienen también su olor característico  Viví tres años con mis abuelos y puedo asegurarlo. Y fue hacia allí que me llevo instantáneamente ese olor. Ellos fallecieron hará unos dos años, pero mientras buscaba los nombres sentía que estaban frente a mi, o alrededor mio, en alguna parte escondidos en ese preciso momento. Todo disparado por el olor que portaba alguna de ellas, o tal vez todas. 
  Las tilde en la lista, les indique su mesa y las invite a pasar. Y fue ahí que no solo el olor se me hizo familiar, sino también el modo en que vestían y el peinado que llevaban. A tal punto me hicieron acordar a mi abuela que casi les digo - Ey! Yo soy nieto de la Tita Lasteche! -, convencido de que se tenían que conocer. Si todo el mundo se conocía en la Salta de esas épocas  Pero mi convencimiento llegaba al grado de estar seguro que no solo eran conocidas, sino que eran intimas amigas.
  Las viejas entraron chochas al salón  a disfrutar de un casamiento mas en su larga vida. No me anime a decirles nada de todo lo que paso por mi cabeza en ese instante de pausa traído del mas allá por ellas mientras ingresaban al casamiento un sábado de carnaval en Salta.
  Y en medio de todo este delirio, el quilombo de gente aguardando por ingresar. La teoría de la relatividad aplicada a un acontecimiento de lo mas cotidiano... esos segundos en que transcurrió toda la secuencia con las viejas, susu olores, aspectos, todo lo que disparo, todo lo que paso por mi cabeza, todo lo que pensé  fueron mucho mas largos en mi dimensión espacio - temporal interna que la que marcaban los relojes de esa otra realidad practica que se desarrollaba en la recepción del salón.
   - Quiroga Javier y familia -... - Si, mesa numero 23, adelante por favor. - Zerdan Sofia -. - Buenas noches, mesa numero 10 es la de usted, adelante, bienvenida. - Oramella Gaspar -. - Mesa numero 7, adelante -. El tiempo volvió a su cause habitual de segundos y minutos, para volver a desbordarse a las 3 de la mañana, cuando abrí las paginas de un libro.
  Y en medio de la madrugada, ese olor volvió a hacerse presente, y supe que las viejas habían abandonado la fiesta.

lunes, 21 de enero de 2013

El Chuya Chaki. 2º Parte


  Pero lo peor de esa espera, contrariamente a lo que uno primero pensaría, eran los mosqui-tos. O mejor dicho, quizá fue lo mejor. Instantáneamente una nube me cubría y yo no pude ocupar mi cabeza (y mis brazos) en otra cosa que no fuera espantarlos. Cada tanto me detenía, miraba a mi alrededor y pensaba, -“Que carajo hiciste para llegar acá, estas más solo que un hongo en medio de la selva amazónica, esperando a que un chabón que se dice ser guía encuentre el camino para poder volver a la base camping”. Entre esos pensamientos y mosquitos aparece Paco. –“Creo que es por acá”. Avanzamos unos metros. Lo curioso de estos lugares es que quizá estas a medio metro del lugar por el que ya pasaste pero no lo reconoces. Podes tener un camino bastante marcado ahí adelante, en tus narices, pero vos estas completamente perdido.
  Unos metros más y nos volvemos a detener. -“Desorientado de nuevo”, pienso. –“Espera acá otra vez. En serio no te muevas ni un poco. Quizá tarde un poco más”. –“Ok, valla tranquilo, yo espero, no tengo pensado salir a corretear mariposas ni a cazar jaguares”… Esta espera sí que se hizo más larga. Varios minutos seguro. Tanto que ni los mosquitos evitaron que la cabeza comience a proyectar diversos finales para esta historia. 
–“Matiaaaaaaas”, escucho a Paco que grita.
 –“Queeeeeee”, respondo. 
–“No te muevas de ahiiiii”.
  Y ahí me quede, aunque ya tenia decidido de antemano ni moverme. A los poco minutos de nuevo, la misma secuencia de gritos. A Paco ni lo veía, pero sus gritos no parecían muy lejanos. Después del segundo gritos de “no te muevas” escucho golpes de palos. Como si alguien tomara una rama y la golpeara contra un árbol. Golpe seco. –“El árbol teléfono no es, porque si mis cálculos no me fallan lo dejamos atrás. Si es el árbol teléfono, es que estamos re perdidos caminando en círculos hace un buen rato, así que es mejor que no lo sea”, pensaba.
  Segundos después, vuelvo a escuchar el mismo grito de Paco, pero esta vez no me dice que me quede donde estaba, sino que avance hacia donde escuchaba que provenía la voz. Parto hacia adelante, al tiempo que escucho que algo se agita entre ramas a unos 20 o 30 metros. Y ahí estaba Paco. Siempre estuvo muy cerca, pero ni se lo veía, y si me movía de mi lugar, capas que seguía perdido en la selva en este momento. Y Paco estaba parado exactamente en el punto donde cortamos la liana Uña de Gato y tomamos unos sorbos. Muy cerca de nuestro lugar en el cual estábamos desorientados, pero no podíamos hallar el camino.
  A partir de ahí en pocos minutos ya estábamos en la canoa remando de vuelta hacia la base. En el camino, con su vozarrón, entre contento, divertido y extrañado, me dice, “Mas tarde te voy a contar que paso… ahora mejor no.”
  El día pasó y Paco no decía nada. Yo no soy de esos tipos insistentes, así que espere tranquilo. Esa noche después de comer, cuando los otros turistas ya se habían ido, Paco me dice:
-“Matías, ¿recuerdas que escuchamos algo raro mientras caminábamos?
-“Si. La primera no escuche nada, pero la segunda vez sí. Como si hubiera algún tipo de animal por ahí…”, respondo yo.
-“Bueno, después de esa segunda vez ya me pareció muy raro. No era ningún felino, que podía ser lo más preocupante. Era otro tipo de ruido que me inquieto. Cuando volví a escucharlo se me erizo toda la piel, se me pusieron los pelos de punta, y nunca me había pasado eso”.
  Yo escuchaba feliz la historia que había vivido, sin tener idea qué había pasado. Pero bajo techo, con mosquiteros y la panza llena, todo tiene otra perspectiva.
-“Fue ahí que decidí comenzar el regreso. Pero mientras volvía me di cuenta que estaba des-orientado. Y me acorde de las historias de mi padre sobre los Chuya Chakis. ¿Escuchaste hablar de ellos?”.
  Cuando iba en el barco desde Pucallpa camino a Iquitos (viaje que es otra historia aparte y no entra en nuestro relato), un chico que conocí me contó algunas historia sobre espíritus de la selva. Y entre ellos, aparecía el Chuya Chaki. Un demonio que acostumbra a desorientar a la gente cuando esta sola internada en la selva. Los arrastra hasta su casita y valla uno a saber qué destino les espera. Casita, no casa, ya que es enano. Cojea de una pata, la izquierda, y tiene la capacidad de cambiar de forma y no ser visto. Le gusta aparecer en los días de luz tenue, bajo finas lloviznas, calmos; como el que habíamos tenido esa mañana. El chico este, del cual no recuerdo su nombre, me contó diversas historias sobre este demonio, sin siquiera imaginarme que acabaría siendo protagonista de una. Paco continuó con su relato:
-“Mi padre me contó una vez que se enfrento a un Chuya Chaki. Lo más importante de todo es mantenerse calmado, en cuanto uno se pone nervioso, se pierde completa noción de donde se esta. Luego hay que casi ignorarlo, pero seguirle su juego. El busca desorientarte, que fue lo que me paso a mí después de la segunda vez que escuchamos ese ruido. En cuanto emprendimos la vuelta ya no dudaba de que fuera el demonio, ya que había perdido mi camino. Después de varios intentos fallidos, seguí el consejo de mi padre. Cuando de te deje solo y me aleje un poco, tome un rama y comencé a agitarla y hacer ruido para llamar su atención. (Ruidos que yo también escuche y me preguntaba que estaría pasando) Después de hacer eso varias veces tire la rama lo más lejos que pude, y fue casi en ese mismo instante que me doy cuenta que estaba parado casi al lado de donde habíamos parado a tomar agua de la liana Uña de Gato.”
  Paco no me lo había querido decir en el momento para no atraer de nuevo al Chuya Chaki, tampoco lo había querido decir frente a los turistas para que no se pongan nerviosos. Después de su relato, del que no puse en duda ni una de sus palabras, nos quedamos charlando de mas historias de ese tipo. En la selva abundan, hay cientos de miles de misterios que el hombre desconoce. Cada animal, cada planta, tiene su espíritu, y se pueden manifestar. Aparte de ellos, hay otros espíritus que habitan la selva, desde tiempos inmemoriales. Con el avance de la “civilización”, muchos de ellos desaparecieron o se fueron internando más y más profundamente en la espesura de la selva. Son pocos los que salen y se dejan ver, pero todo habitante de la selva se cuida de ellos y los respeta. En las ceremonias de Ayahuasca son muchos de estos espíritus los que se invocan, no todos son buenos. Uno se sumerge en ese otro mundo gobernado por ellos y es necesario que el chaman también ingrese a él y tenga el poder de controlar su presencia. 
  Finalizada la ceremonia, no todos desaparecen. Muchos pueden quedar dando vueltas por un tiempo en el lugar que fueron invocados, tal vez molestados. Donde yo me encontraba se venían haciendo muchas ceremonias. Algunos de ellos aun no habían decidido irse. Ya no eran Chuya Chakis, eran otro tipo de seres, y uno de ellos anduvo merodeando mi habitación, horas antes de la segunda ceremonia de Ayahuasca... 

viernes, 18 de enero de 2013

El Chuya Chaki. 1º Parte

Después de una noche con sesión de Ayahuasca, Brice, el canadiense, decidió volver para Iquitos. Estábamos a unas seis horas en lancha de la ciudad peruana, un rato por el Amazonas y otro tanto por algunos de los cientos de brazos que de él salen. El camping se encontraba a 15 minutos en lancha de del caserío San Juan de Yanayacu, una comunidad amazónica peruana de unas 70 personas. Don Jorge, el chaman de la comunidad, fue quien guio la ceremonia. Pero esta historia no es sobre la Ayahuasca, sino sobre el Chuya Chaki, un demonio de la selva.
  Esa mañana salíamos de excursión. Verdaderamente, era a remar un rato en canoa y a conocer un poco la selva, pero digámosle excursión, así es más fácil. Como el Brice pego la vuelta, partimos Paco el guía y yo. Paco, nativo de la comunidad que nombre más arriba, vivió casi toda su vida en la selva, hasta que empezó a dedicarse a laburar para el turismo haciendo de guía (en la selva) y se instalo en la ciudad de Iquitos. Va y viene, de la ciudad a la selva donde esta empresa hace base, al ladito de su caserío. Un grandote bonachón de 1 metro noventa de alto por otros tantos de ancho, de un andar cansino, casi tanto como su hablar. Gran conocedor de la selva y sus misterios, Don Jorge lo había elegido como discípulo para iniciarlo al chamanismo y en la preparación y ritual de Ayahuasca, pero él rechazo la oferta.
  Remamos durante una determinada cantidad de tiempo que no puedo calcular. El tiempo en la selva amazónica transcurre de un modo muy extraño. En febrero, época del año que para ellos es invierno ya que por la cantidad de lluvia "refresca" un poco, todo es agua. Prácticamente no hay tierra firme. Todo tipo de vida vegetal surge del agua y todo tipo de vida animal parece acondicionarse a esa realidad momentánea. 
  Llegamos a un punto en el que se podía bajar. Paco me explico que es un punto un poco más alto que siempre queda como isla. Tantos kilómetros de largo por tanto de ancho, no me acuerdo cuanto. Serian alrededor de las 10 u 11 de la mañana. Comenzamos a caminar selva adentro, esquivando arbolesarbustosplantasramascharcostelaarañaslianas y todo lo que uno se pueda imaginar. Es así, en la selva la visibilidad es muy limitada por lo tupido que es todo. Al son de la lluvia que no aflojaba su danza y de una nube de mosquitos que nos seguía a cada paso, Paco me iba explicando sobre la vegetación y la vida animal. Esta planta se llama así, se saca su corteza, se la cocina, sirve para curar esto o aquello. Esta otra se llama asa, se usa así contra tal o cual dolencia. Particularmente me acuerdo de la Uña de Gato y el árbol Teléfono. La primera es una liana, se la corta, y de su interior brota una gran cantidad de agua muy refrescante y muy buena para el cuerpo. Tiene una enorme cantidad de propiedades, se consigue el ungüento en casi cualquier mercado del norte. El árbol teléfono es un árbol extremadamente grande. Se lo denomina así ya que cuando se lo golpea con una rama emite un sonido que puede ser escuchado a kilómetros de distancia. Como conocen bien sus ubicaciones, pueden utilizarlos en caso de emergencia o valla uno a saber para qué necesidades selváticas. Yo pensé que podría ser para que te alcancen el papel higiénico, en caso de que te lo olvidaste en el camping, hasta que me mostró una hoja que se utiliza exclusivamente para eso. Lisa y suave, era perfecta. 
    A lo largo de la excursión hubo dos momentos extraños. Después de contarme sobre alguna planta veo que se queda quito mirando a la nada. Parecía un gato cuando se pone en guardia porque hay algo rondando cerca.
 –“¿Escuchaste eso?, me pregunta.
 -“No che, no escuche nada”, respondo.
  Pasan unos segundos, y retomamos la marcha. No le pregunto nada y Paco tampoco opta por decirme que fue esa secuencia. Pero la escena se vuelve a repetir, y esta vez sí escucho algo. Algo así como un golpe, ruido evidentemente de algún animal… u hombre. Volvemos a frenar. Paco espera, no pasa nada. Seguimos nuestro camino.
  Ya era cerca del mediodía, abríamos estado caminando selva adentro por aproximadamente una hora. Paco decidió comenzar a emprender la vuelta. Fue a los poco minutos que me di cuenta que algo andaba mal…
  Ubicarse en la selva es sumamente complicado. Alrededor de uno todo parece igual todo el tiempo. O quizá todo parezca constantemente distinto, pero a tal punto que no hay nada que pueda servir de referencia. Menos el cielo, ya que hacia arriba te cubren las copas de los arboles. Si uno espera poder ver el sol, está  completamente nublado y llueve. La cuestión es que comenzamos a caminar. Un tiempo después (habrán sido unos ¿10? ¿15 minutos?) Estábamos en el mismo punto que habíamos decidido emprender el regreso. Volvimos a partir. Llegamos casi al borde del rio, lugar por el que nunca habíamos pasado. El mediodía, la lluvia, los mosquitos, el calor y el cansancio ya empezaban a pesar, pero no pensaba en eso. Al no reconocer el lugar, volvimos para atrás. Nada de improvisar caminos en la selva, sino podes terminar en cualquier lado. Paco parecía tranquilo, siempre con su aspecto bonachón y su andar cansino. Machete en mano, eso sí, indispensable para abrirse camino. Aunque su tranquilidad no parecía turbada, me di cuenta que algo andaba mal. Paco estaba un tanto desorientado.
  Tomamos por otro camino. Cuando digo camino no se imaginen una senda, nada más lejos. Ellos (los selváticos, como les dicen) pueden ver cierto camino donde para uno no hay más que selva, pero no hay nada marcado, tal vez los machetazos y ramas quebradas de la anterior pasado. Esos son los signos que van leyendo para ubicarse. Pero de nuevo no encontramos ninguno. Estábamos en una especie de pantano con el agua por los tobillos. Tampoco habíamos pasado por ahí. -“Estoy un poco desorientado”, le escucho decir. Pero también se reía mientras lo decía, no parecía preocupado por la situación. No sé porque, pero yo tampoco lo estaba. Me sentía tranquilo, no dudaba de que ya se orientaría y volveríamos a donde estaba la canoa amarrada. Volvemos a caminar un poco sobre nuestros pasos.
-“Matías, esperame acá. Voy a ver si encuentro el camino. Pero no te movás ni medio metro”. Esa sí que no me la esperaba.


miércoles, 16 de enero de 2013

Lluvia

Llueve. No una llovizna, ni tampoco una lluviecita. Llueve, con todas las ganas. El cielo se decidió a descargar toda su furia acumulada. Tampoco es que la acumulo durante tanto tiempo, ya que ayer también descargo su furia. Y ahí va de nuevo. Con todo. Disfruto. Me encanta. En poco minutos las calles son ríos  Sus brazos principales son el Río Nogales y el Río Palmeras. Esos dos se unen en el Río Almendros, afluente del Río Eucaliptos que desciende desde los mas imponentes picos de Tres Cerritos. Tan solo ayer me vi obligado a cruzar a pie el Río Nogales y el Río Palmeras en el clímax de la furia celestial. Son paralelos, debo atravesarlos si o si para llegar a mi casa... encima el Río Nogales viene corriente a contramano el muy atrevido.
  Esta vez me agarró en casa, recién terminado de comer. Con la Vani nos vamos a mi cuarto, cerveza helada en mano. Abrimos un ventana de par en par, una que esta estrategicamente ubicada, logrando que prácticamente ninguna lluvia ose ingresar. Instalamos dos sillas de frente a la ventana, con el olor a lluvia mezclado con asfalto golpeando nuestra cara, y el nuevo aire que trae consigo. Armamos una pipa con tabaco de Grecia que me convidaron. Destapamos la cerveza. Un vaso, una pipa. Para compartir el momento al 100 por 100. Nos quedamos mirando caer la lluvia y disfrutando de nuestro momento ceremonial. Autos que pasan acelerados, motos con repartidores atendiendo clientes inoportunos, ciclistas hechos sopas. En general la gente se acelera con la lluvia. A mi me pone frenos. Tanto en interior como en exterior. No me mojo menos por correr, así que trato de disfrutar el momento sopa.
  Charlamos un rato, escuchamos y olemos todo, silencio. Pongo dos temas para el momento: Fools Gold, de Lhasa, y Estrella Fugaz, de Puente Celeste. A viajar un rato con esas dos hermosuras musicales... melancolía, melodías, silencios, trance, lluvia, agua.
  De a poco la lluvia va cediendo. Los ríos van recobrando forma de calles. El trance y la ceremonia dejan lugar al sueño y a la siesta. Nos acostamos y nos quedamos profundamente dormidos.

sábado, 12 de enero de 2013

Sin titulo

  Hace ya un par de semanas que Internet me viene funcionando como el tuje. Varios reclamos, que el problema es nuestro, cambien el antivirus y que pitos y flautas. Hice todo lo que me dijeron y el problema seguía. Vinieron técnicos, hicieron básicamente nada, pero funciono unos días  El lunes fue el colapso definitivo. La lucecita verde del módem que dice CABLE no se prendió mas, Internet dejo de latir en mi casa por unos días. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, eso fue lo único que quedo de la red Wifi.
  Después del reclamo, me dijeron sin vueltas y sin culpas que me enviaban el técnico, para el sábado  Esto lo estoy escribiendo desde mi casa, por lo que ya dedujeron que el técnico se adelanto o milagrosamente la lucecita verde de CABLE volvió a encenderse. La respuesta es la primera. Ayer a la noche pasaron los técnicos de Fibertel, me cambiaron el módem, charlamos de música (justo ensayábamos con el Ferbandez), me comento de su banda con la que toca en la balca, yo le comente de la mía con la que tocamos en el living de mi casa.
  En estos cuatro días sin Internet  me di cuenta que las computadoras no tienen ninguna razón de ser desde que existe ese mágico ciber espacio. Como tener Playstation sin el PES. No la prendía  ni me percataba de su existencia. Sí pispeaba cada tanto la lucecita de CABLE esperando el milagro, fuera de eso, la PC podría haber desaparecido y me daba exactamente lo mismo. Eso si, porque no tengo instalado ningún juego, ahí vuelve a cobrar plenitud, pero esos vicios los deje hace unos años y no quiero arriesgarme a instalar absolutamente anda.
  Hasta antes de la existencia masiva de Internet  no se para que carajo se usaba una computadora en una casa... los trabajos no te los pedían a maquina en aquellas épocas .. Recuerdo usar la enciclopedia Encarta. Un CD y te salvaba cualquier trabajo del colegio. Fuera de eso, la existencia de la computadora, en mi caso, se basaba en Prince of Persia, Prehistorik, y otros grandisimos juegos del estilo.
  Pero ya volvió el servicio, volvió el Wifi, volvió a tener sentido la existencia de la PC, así que ahora carece de sentido todo lo que estaba diciendo. Chau

viernes, 11 de enero de 2013

Centro Cívico Salta

  Tenia que ir de una vez por todas. Ya no me podía hacer el boludo. En realidad no es que me estaba haciendo el boludo, me daba paja tener que ir a hacer un tramite que no me correspondía, es decir, que era culpa de la incompetencia de algún empleado publico que no paso mis datos o alguna cosa por el estilo. La moto la compre en julio del 2010. -"Las dos primeras patentes las tenes pagadas, después te empieza a llegar la patente a tu casa". -"Ok, a esperar un pago mas cada mes", pensé  Pero la patente no llego en la puta vida. Ni ganas de ir a hacer el reclamo para tener que pagar algo todos los meses, los pelotudos son ellos, que no hinchen las bolas.
  Así fue que nunca me llego, y nunca pague patente desde que tengo la moto. Nunca tuve problema por eso para sacar el seguro ni renovarlo, tampoco para renovar el registro. Tampoco ninguna de las tantas veces que me paro transito, -"Muy bien, siga nomas". La patente no me la pidió nadie nunca. Todo parecía indicar que se podía vivir sin la puta patente, la cual, paradojicamente, la tengo atada a lo moto con alambres. ¿Que mejor modo de representar mi realidad patentistica que eso?
  Por algún motivo, apenas arrancado el 2013 me dije -"Vamos a ver en que anda esta cuestión". Una tarde de hostal me dijeron a donde tenia que ir y partí hacia allí al día siguiente. La Municipalidad de Salta era mi destino, Paraguay 1240 para el que necesite ir.
  Luego de rastrear en esa mini-ciudad donde era el lugar de mi tramite, saque mi numerito y me instale a esperar. El 37 tenia, miro por cual iban, 25. -"Genial, es un toque nomas, aunque raro porque hay mucha gente...". 5 minutos después  37 Box 8. Voy tranquilo hacia mi destino, me siento, le alcanzo el papelito y le hago mi consulta. -"Nono, vos tenes el 037, vamos por el 937". Gracias, siga participando. Ahí estaba la cuestión  faltaban cien números para el mio. El martirio no iba a ser solo mio, ya que la Vani me acompañaba para su desgracia. Pasan otros 5 minutos y se me acerca un tipo grande... -"Flaco, ¿que numero tenes?". Le muestro mi fatalidad. -"Toma, yo tengo dos", y me alcanza un 980. Miro el visor, iba por el 969. Bingo, que dios te bendiga buen hombre.
  980, Box 3, ese si soy yo. Me siento, un pibe joven del otro lado y muy buena onda, dos cosas sumamente extrañas para atención de servicios públicos. Le cuento mi situación  me pide los datos de la moto, me busca por algún lado inmaterial, y aparezco con una enorme lista debajo de mi nombre. Todas las patentes que no tengo pagas. El pibe se entra a cagar de risa. Todo bien, tiene razón en reírse, yo también me reí  -"Flaco, debes desde agosto del 2010". Casi 500 pesos de deuda. Lareconchadelalora. Lógicamente  el pelotudo termine siendo yo, iba a tener que pagar casi 200 o 250 pesos de mas por no haber ido a hacer el reclamo cuando correspondía. Maldito sistema. Sistema que se cayo exactamente en el momento en que le decía que imprima las facturas para empezar a pagar. -"Uhhh, esta cosa viene funcionando mal hace un par de días  desde la tormenta  Encima cuando se cae se queda todo el Centro Cívico sin sistema". Listo, lo único que me faltaba, venir con todas las intenciones a solucionar esta cuestión y que el sistema de verga se venga a caer. 
  En el ínterin hasta su regreso el pibe me da muchos modos en que puedo encarar la deuda para que me pese lo menos posible. Tanta buena onda en un empleado publico me hizo comenzar a sospechar de algo, -"el vago es gaylord y me esta tirando onda". No era la primera vez que me pasaba, una vez me paro un pibe en medio del cruce de Av. Corrientes para pedirme mi numero, pero esa es otra historia que no viene al caso. Pero creo importante aclarar que no se lo di. Mientras crecían mis sospechas, una amiga me saluda a la pasada, sin frenar. A lo que comenta el empleado publico que ya calificaba de cuasi-gay, -"Uh pero que culo tiene esa mina!!". Mis sospechas se caen. Aunque ahora que lo escribo, una cosa no tiene nada que ver con la otra, supongo que un gay puede contemplar extasiado el culo de una mina deseando otro para si... Bueno, esto se esta yendo a la mierda.
  Unos 10 minutos después volvió el sistema, cambio de turnos, me termino de atender una minita, el pibe se fue, la minita me imprimió todas mis deudas, muchas gracias, nos vemos.
  Ahora tengo sobre la mesa 4 hojitas de Impuesto Automotor: 2010, 2011, 2012 y 2013. En total unos 650 pesos. Si queres luchar contra el sistema, únete a el, porque tarde o temprano te termina rompiendo el orto y el boludo, siempre vas a ser vos.

miércoles, 2 de enero de 2013

El gordo puso la mesa y Julio la sirvio

  Después de varios días  me di una vuelta por editorailorsai.com para ver si el gordo había actualizado algo. Me doy con que las tres secciones donde dejan las entradas nuevas estaban renovadas. De ellas, por el momento, leí solo una, "Leer en voz alta" se titula y cuenta brevemente su paso por la radio de Pergolini a lo largo del 2012 leyendo cuentos cortos de su autorìa, y cómo eso vendría a ser la vuelta al viejo sistema de lectura en voz alta en una ronda junto al fuego. Un lector, muchos oyentes. Ese post, ademas, fue su ultima participación en el programa.
  Me suele ocurrir bastante que frente a algo poco frecuente en mi vida que se me aparece de pronto, se comienzan a encadenar diversas situaciones relacionadas a ella. Esas "casualidades" que se presentan, que justo el dia en que alguien te nombra algo que en tu puta vida habías escuchado, se te presenta al poco tiempo desde otro lado, solo por poner un ejemplo.
  En este caso, esa misma tarde luego de la lectura de Leer en voz alta, me siento tranquilo en mi cuarto a seguir incursionando en el mundo del tejido macrame. Como cada vez que me instalo a realizar una actividad de ese tipo, me preparo antes una listita de música relajada. 
  Mientras buscaba que escuchar veo en mi mesa un CD que me paso la vani de Julio Cortazar. El mismo leyendo sus cuentos. Hacia varios meses que lo tenia por ahí y nunca le había dado bola. Hay cosas que les tienen que llegar el momento exacto para el disfrute, ni antes ni después  Y ese momento había llegado. Alguna parte de mi inconsciente me hizo tomarlo entre mis manos, meterlo en la lectora de la PC, darle play y sentarme a anudar. Arranca Cortazar hablando justamente de mismo tema que Casciari me había hablado horas antes. El sentarse a escuchar a un narrador, obviamente con el característico vuelo espacio - temporal de este genio. El gordo preparo la mesa, y Cortazar me sirvió unos platos de puta madre. Les dejo uno que me voló la cabeza, si pueden bájense el audio, es mágico.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

  Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Gracias Julio

  Y todo esto me lleva a algo que también me viene dando vueltas en la cabeza hace rato, los fenómenos de sincronicidad, diversas situaciones objetivas o subjetivas que no pueden ser explicados causalmente. Tema analizado por Jung, que vuelve a aparecer en mi vida en relación a muchas cosas. Y sera su próximo libro a leer. Ojala me de el tiempo.