domingo, 19 de junio de 2011

V.D.

  Anoche surgió una teoría que puede llegar a ser trascendental. No es puramente nuestra, porque después caí en la cuenta de que Platón ya había dicho algo similar. Con otras palabras, con otra perspectiva y con otro objetivo. Pero la idea ya estaba, ahí, latente, desde hace 2300 años. Lo que hicimos nosotros fue darle un tinte mas actual y llevarla en la practica a un hecho bien concreto. Platon dividió el alma en tres, racional, irascible y concupiscible. El alma irascible se encuentra ubicada en el pecho, socialmente esta representada por los guerreros y, en la alegoría del carro alado, es el caballo bueno, el caballo dócil. En el alma irascible se ubica la fortaleza, la voluntad y el valor. Contraria a ésta es el alma concupiscible. La ubica en el abdomen, socialmente son los artesanos y trabajadores. En la alegoría del carro alado es el caballo malo, poco dócil, que tira nuestro carro hacia el mundo sensible. Así es que en el alma concupiscible se encuentran los placeres y apetitos sensibles (sexo, comida, riqueza, etc). No voy a pasar a explicar toda la teoría de Platon con respecto al alma, creo que mas o menos ya se la conoce, y con lo que dije se entiende un poco mas. Acá entra en juego nuestro paralelismo, inconsciente al principio, entre la teoría platoniana y la nuestra, descubierta anoche. "La regla que rige la caída de un hombre en las garras de una mujer, sin que el primero lo quiera, es la regla de la V.D. Es decir, la regla de la Voluntad Débil y/o Verga Dura". Casi lo mismo que dijo Platón, pero aplicado a un caso muy practico. Nuestra alma, según el filosofo griego, debe ser dirigida por el caballo bueno, el alma irascible, el de la fortaleza y la voluntad. Concuerda a la perfección con la conclusión a la que llegamos. Si nuestro carro es tirado por el alma concupiscible, estamos perdiendo nuestra voluntad y somos guiados por nuestros deseos mas mundanos. Cuando nos guía el caballo malo, caemos en las garras de aquella mujer a la que nos prometimos no ver mas.

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