martes, 9 de junio de 2015

Otoño, hojas y ancianos

Iba camino abajo por Los Carolinos. Los cerros que dan nombre al barrio custodiaban mi espalda. Era una mañana de otoño cristalina, fresca y algo ventosa. A unas cuatro cuadras me esperaba la parada del Transversal con destino UNSa. Manos en los bolsillos, bufanda, capucha, música, y la mirada fija en las montañas del oeste. Ni una nube.
En estas cosas andaba cuando me cruzo con un pequeño liquidámbar, uno de los tantos que adornan esta ciudad. Pero éste tenía algo particular. Había sido podado y estaba completamente pelado. Es decir, no tenía el estallido de colores propio de estos árboles en esta época del año. Al menos eso creía ante la primer mirada cuando pasaba a su lado, ya que luego me di con una única hoja cargando en soledad todo su colorido. Sacudida por el viento se resistía tenazmente aferrada a su rama. Detuve mi andar un instante para observarla. Un árbol, una sola hoja resistiendo el avance del otoño.
A mis espaldas, ahora, el jardincito de una pequeña casa en la que viven dos ancianos. Semanas atrás, pasando por esa misma vereda pero con el arbolito lleno de hojas, escucho un: “Joven, por favor!”. Freno mi andar, y a mi derecha se encontraba un anciano sentado en una reposera. A su lado, un bastón yacía en el piso. El anciano me pedía ayuda para levantarse.
Ingreso a su propiedad y, tomándolo de un brazo y la cintura, lo ayudo a incorporarse. Para mi sorpresa el viejo era bastante cabrón y empieza: “ehhh que me querés tirar cheeee, cuidado!!”. Recordando a mi abuelo, no puedo más que esbozar una sonrisa. En esa lucha andábamos cuando se hace presente su señora. “Levantate de una vez y déjate de joder, no seas miedoso poe”. La llegada de la vieja no hizo más que enfurecer al viejo, al tiempo que disfrutaba de la escena en la que me veía involucrado. Pero el reto de la vieja surtió efecto, al instante el viejo ya estaba de pie con su bastón en la mano. Cruzamos unas palabras de agradecimiento y me apresto a seguir mi camino.

Cierro el portoncito de acceso. Y veo frente a mí al pequeño liquidámbar, pelado, con una única hoja enfrentando al otoño y los azotes del viento. Y veo la pareja de ancianos, aferrados a la vida a medida que se acerca el invierno. Y todos sabemos que nuestro destino es desprendernos, solitariamente, de ese árbol. Y caer, y flotar, y recostarnos sobre la tierra que nos dio la vida.

7 comentarios:

  1. Y veo la pareja de ancianos, aferrados a la vida a medida que se acerca el invierno. MATI, SÓLO PUEDO ESBOZAR SONRISAS.

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  2. Y caer, y flotar, y recostarnos sobre la tierra que nos dio la vida.

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  3. Sublime señor. Gracias por compartir.

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  4. con ian leímos tu cuento. abrzos.

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