domingo, 7 de agosto de 2011

La esquina del infinito II


-       Alberdi y Florida se cruzan, buscalas…

Recibí hace unos días este mensaje. No sabía que pensar. El comentario que me dejaron del texto anterior, empezó a cobrar más importancia. Lo empecé a creer. El mensaje era anónimo. Su característica no la reconocí, pero sé que no era ni Salta ni Bs As… tampoco Córdoba, son todas las que conozco… Si me la tengo que jugar por alguna, era muy extraña, así que no creo que haya sido de este país… lo que le suma más intriga al asunto. Sea como fuere, no me iba a quedar con la duda. Al día siguiente, me fui a donde nace la calle Florida y empecé a caminar. No sé que buscaba, ni que esperaba que pase, simplemente, camine. Camine, por más de una hora. Siempre seguía estando paralelo a Alberdi. Nada indicaba que se fueran a cruzar, lo que me parecía lógico. Empezaba a cuestionarme el haber caído en semejante pelotudes, cuando me llego otro mensaje, del mismo número que antes… de nuevo:

-       Alberdi y Florida se cruzan, buscalas…

“Mierda”, pensé. Este juego ya no me estaba divirtiendo. Pero como no creo en las casualidades, me decidí a seguir un rato más. 20 minutos aproximadamente. Y Florida se terminó. Bajo el cartel donde se indicaba el nacimiento de una nueva calle había un hombre. Ya era tarde, había poca luz y la cuadra estaba mal iluminada. El cartel le daba sombra en la cara, por lo que no podía distinguirlo bien. Parecía esperar algo, o a alguien. Me acerque, con paso vacilante. ¿La esquina Florida y Alberdi? No hubo respuesta. Insistí. El hombre se dio vuelta y se marcho, sin emitir sonido. Fue ahí cuando note lo solitario de las últimas diez cuadras caminadas. Nadie más que este misterioso hombre bajo el cartel. Ni autos transitaban esa zona. No sé en qué momento se hicieron las doce. A mi lado estaba sentado un gato color negro que no había visto hasta ese momento. Se levanto, me miro, como invitándome, y camino hasta adentrarse en un baldío que había a mi derecha. Algún pájaro nocturno sobrevoló la zona. Prendí un cigarro, y camine hacia el baldío. El gato se había vuelto a sentar, sin sacarme la mirada. Cuando llegue a su lado, se levanto nuevamente y siguió caminando, adentrándose cada vez más en el terreno. Lo seguí. Un piano sonaba a lo lejos. Para Elisa. El único indicio de vida, además del gato. El terreno se iba acabando a la vez que se asomaba una nueva calle… Por la falta de luz me acerque hasta estar bajo el cartel. Reyes Católicos, decía uno, el otro, perpendicularmente, señalaba Los Carolinos. A mi lado, había un Kiosco de chapas, un perro dormía acostado contra ellas, tiritaba. Frente a mí, tenía un palo borracho del que colgaban escobas.
  Nuevamente:

-        Alberdi y Florida se cruzan, buscalas…

Sonaron campanas.
Amanecía. 

1 comentario:

  1. CHUUU QUE MIEDO MATÍAS! YO TENÍA UN GATO NEGRO Y SE ME PEDRIOÍ CUANDO QUEDE EMBARAZADA. :7 medio lo co el relato. la verdad a veces vuelo porque nose si contas la realidad absoluta o soles tambien dibagar. n.m

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