Hace unos días charlaba con mi hermano con respecto a lo digital y lo
analógico. Más específicamente, buena parte de la charla se fue en torno al
debate sobre si lo digital iba a hacer desaparecer o no al libro. Kindle vs
libro, podríamos decir. No es un debate en absoluto nuevo, en lo más mínimo.
Pero a medida que transcurre el tiempo vemos que el libro está librando una
importantísima batalla, la cual, a mi modo de ver, viene ganando. O quizá, se
podría pensar que tan solo estira su agonía, resistiendo tercamente. Mucha
gente está convencida que tarde o temprano, el libro va a desaparecer,
cumpliendo, así, la profecía de Ray Bradbury.
Desapareció el casette. Mismo destino parece estar siguiendo el CD. Y si
nos remontamos más atrás en el tiempo, podemos hacer el itinerario completo de
los distintos soportes por los que fue atravesando la música. Y ahí aparece
ante nosotros una diferencia radical, la diferencia que puede ser la culpable
de que se estire la agonía del libro frente al implacable avance tecnológico.
La música siempre necesito de un soporte - intermediario y de un
reproductor de ese soporte. Y ahí, considero, está la clave del asunto. Frente
a esta realidad, el libro se erige tanto como soporte, como reproductor de ese
soporte. Expliquémonos mejor. Está claro que el libro en sí, el libro físico,
no lee su contenido. Lo que quiero decir es que entre el libro en tanto soporte
y su usuario no se necesita un tercero, un agente externo que cumpla el rol de
reproductor, como si ocurre con la música. Compro el libro, y así como lo
compre, lo leo. Se acabo el asunto. Con la música es bien distinto. Se necesita
de la fuente, el soporte, y de su respectivo reproductor.
Que tal o cual formato, que mejora o empeora el sonido, que sonido
dolby, sorround o estero, etc. Son todos problemas que no tienen parangón en el
libro. Siempre fue el mismo soporte, puede variar tamaño, calidad de hoja y de
impresión, pero el soporte en tanto concepto es exactamente el mismo.
De aquí se deriva, creo yo, que no se pueda establecer la comparación
entre lo que ocurre con la música digital y con los libros digitales. La rápida
pérdida de protagonismo y muerte casi asegurada del formato CD no funciona a
modo de fundamento para asegurar la muerte del libro en manos de su enemigo
abstracto. Lo cual tampoco significa que no pueda llegar a morir. Pero lo
acontecido con la música no es pauta de ello.
Creo que esa diferencia brinda una enorme vitalidad a favor del libro.
Pasarlo a formato digital, a pesar de todas las ventajas que pueda llegar a
tener, tiene una desventaja fundamental: agrega un tercero que nunca antes
había existido en relación con el libro. Y así como suma el tercero –
reproductor de ese nuevo formato – soporte, comienzan a entrar en juego nuevas
variables ajenas a su par analógico: los formatos, las calidades, la
luz-pantalla, batería, conexión, etc. Toda tecnología nueva que aparece para el
consumo masivo busca por sobre todas las cosas simplificar y brindar mayor
comodidad. Esto último o lo empata o lo gana por muy poco el formato digital,
teniendo como base ciertas variables que pueden ser muy controversiales (peso -
volumen por sobre todo, las que, considero, no molestan a todo el mundo por
igual). En cuanto a la simplificación, lejos esta de simplificar la relación
directa, sin intermediarios, sin necesidad de reproductores o lectores externos
que caracteriza al libro. Es el libro y el lector, el lector y el libro. Uno
siente que tiene lo que está leyendo entre sus manos. Lo percibe en su peso, en
su volumen, en su olor, en las páginas que van pasando. Y todo eso permanece
aun cuando lo cierro. Y aun todavía cuando se lo coloca en la biblioteca. Uno
ve el lomo y sabe todo lo que está contenido ahí, todo lo que esta ocurriendo
en esas páginas. Basta abrir y elegir una al azar para revivir todo su
contenido latente. En contraposición, cuando lo apago, o se corta por falta de
batería, el Kindle vuelve a ser un artefacto inerte. No carga el peso real y
voluminoso de cientos y cientos de historias. Está destinado a vivir como un
parásito de esos instantes en que su pantalla está encendida. Su lomo no dice
absolutamente nada. No porta narraciones, aventuras, historias, ensayos,
poemas. No porta vida, porta ceros y unos.
Larga vida al libro.
Salud!
Hola chango!!!
ResponderEliminarLarga vida al libro, comparto con Ud. Pero permítame regalarle una variable más a su bien elocuente apología.
Recuerde que el libro como el Kindle son, en tanto objetos, susceptibles de valor, y como tal son mercancías. Por lo tanto, sucumben a esa denominada ley de la oferta y demanda pero, por sobre todo, al criterio de competitividad. No van a alcanzar estas líneas para detallar el asunto pero al menos para iluminar un par de ideas. El libro puede a futuro, teóricamente, convertirse en un bien de lujo debido a sus costes de producción (suena marxista pero esto es más viejo que Marx) con respecto al Kindle -o a los formatos digitales. Las ventajas y desventajas de los soportes ya las explicaste muy bien, ahora lo que le falta al libro también y que si tiene el Kindle es publicidad. El mundo de hoy gira en gran parte de acuerdo a la persuasión que se haga con respecto a un bien u objeto concreto. El Kindle puede salir caro en una primera compra pero redime en precio la cantidad de libros digitalizados que caben dentro, el libro está en desventaja en cuanto a su publicidad porque ¿a quién le interesa tener una biblioteca y cargar apenas dos cuando puedo tener 200? A menos de que ocurra un desastre mundial en el que nos quedemos sin energía y por consiguiente, sin internet, el libro como decís vos solamente estira su agonía.
Buen aporte che, variable que había dejado de lado. Gracias!
EliminarBasta abrir y elegir una al azar para revivir todo su contenido latente. L.V.L. SALUTTTTTT.
Eliminarelegante salud al libro. Buenas Noches!
ResponderEliminar"No van a alcanzar estas líneas para detallar el asunto pero al menos para iluminar un par de ideas." LETRAS DE TU AMIGO, ALLÁ ARRIBA. gracias por tu existencia.
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