miércoles, 24 de septiembre de 2014

Las huelgas de Santa Cruz

  Entre 1920 y 1921, una serie de huelgas sacudieron el territorio nacional de Santa Cruz. El resultado final será el fusilamiento de aproximadamente 1500 peones y obreros por el ejército bajo el mando de Varela, enviado por Yrigoyen. Es interesante leer algunos fragmentos de los panfletos que emitía la Sociedad Obrera de Rio Gallegos, organizada por la FORA anarquista, y las respuestas de los representantes de la Sociedad Rural de Rio Gallegos aparecidas en La Unión;  a la luz de la lucha de clases actual.

Sociedad Obrera
“(…) sabe el público que en estos dos o tres últimos años, los estancieros obtuvieron ganancias fabulosas; que muchos de la pobreza fueron elevados a potentados en finanzas, y que no obstante al obrero se le pago como sueldos irrisorios el trabajo con que le enriquecieron. (…) Los estancieros en el transcurso de la guerra Europea centuplicaron su capital; los comerciantes mayoristas, con menos vergüenza que asaltantes de caminos, en el mismo espacio de tiempo tuvieron ganancias increíbles, porque llegaron a cobrar los artículos que tenían en existencia con recargos de “quinientos por cien”; ahora, por ley natural, toca el turno a la clase productora, exigiendo la compensación que se merecen. Comisión de Huelga, noviembre de 1920, (Comisión de Justicia, fs. 590)
Sociedad Rural

(…) Los hechos que se vienen sucediendo bajo el pretendido aspecto de convulsiones obreras, no son más que individualistas y tendenciosos, revelando en toda su magnitud el espíritu de hostilidad y prepotencia que se desea ejercer en despecho de situaciones insostenibles.
(…) ¿No son estos, datos sugerentes para que los obreros reflexionen y concuerden con nosotros y la opinión sensata de la generalidad, que inconscientemente están sirviendo causas extrañas al proletariado? (…) Por el contrario de lo que hoy pasa, deben buscar afinidad con el capital, solventando sus cuestiones en forma pacífica, desde que, siendo fuerzas concomitantes, en la lucha cotidiana obtendrán así mayores beneficios.
(…) Debido a la agitación obrera que de un tiempo se viene sintiendo si causas aparentemente justificadas, la policía abrigaba sospechas de que confundidos entre los obreros existían elementos perturbadores que celebraban reuniones sin conocimiento de la autoridad (…) La Unión, 21/10/1920, pág. 5

  En resumen, los peones y obreros son completamente conscientes de que estancieros y comerciantes se enriquecieron enormemente durante la guerra, gracias a la enorme demanda de lanas y sus altísimos precios, por sobre todo. Factor que los llevo también a la especulación y la acumulación de stock a la espera de mejores precios aun. Estos se vieron derrumbados finalizada la guerra y la demanda sesó. Y los que estuvieron años enriqueciéndose y especulando con los valores de la lana, ahora quieren descargar la crisis sobre los trabajadores, con bajísimos salarios y despidos. Los trabajadores organizados entran en huelgas masivas, apoyadas por los peones de campo, obreros urbanos y portuarios. Frente a los legítimos reclamos de la clase trabajadora, la Sociedad Rural opta por el llamado a la “unión con el capital” para el “beneficio” de ambos,  al tiempo que aparece en su relato el “elemento externo”, los perturbadores ajenos a las causas obreras que solo quieren el caos social. Como si ellos no fueran, como pilar fundamental de sostenimiento de este sistema, los responsables de ese caos social del cual se desligan.
¿Por qué ese trágico final, entonces? Como bien percibe Susana Fiorito, autora de Las huelgas de Santa Cruz, la masacre de la Patagonia no fue una “aventura autoritaria”, ni un “trágico error”, ni un “exceso”. Los huelguistas se habían agrupado en campamentos esparcidos por el territorio nacional de Santa Cruz, estaban armados, tenían sus propias leyes, y discutían y votaban todo en Asambleas. La masacre de la Patagonia fue “la manifestación objetiva de que cuando la lucha de clases trasciende ciertos planos, las instituciones –gobierno, ejercito, policía, justicia- trasgreden la formalidad de sus propias leyes, acudiendo a la violencia para preservar las bases mismas del sistema”. (Susana Fiorito, Las huelgas de Santa Cruz, CEAL, 1985)

En días en que a las luchas de los trabajadores se les pide la “unidad nacional”; que se sigue acusando a “agentes externos” y “perturbadores” infiltrados que solo quieren el caos social; en que el gran capital, luego de enriquecerse durante los últimos diez años, quiere descargar la crisis, otra vez, sobre los trabajadores; las huelgas de Santa Cruz de 1920 y 1921 no pierden vigencia, tampoco sus reclamos.