jueves, 12 de diciembre de 2013

Salta Tomada

  Ayer al mediodía me encontraba en pleno centro salteño, pero sentía que estaba dentro de un cuento de Cortázar. Casa Tomada. Caminaba en búsqueda de un rapipago para pagar mis cuentas vencidas y se veía por todos lados gente corriendo. Cartones en mano se abocaban a la tarea de tapiar sus negocios. Otros empapelaban el frente en diario. Algunos atendían a través de las rejas. Cabecitas se asomaban entre ellas desde el interior de negocios ya a oscuras y miraban al horizonte, como esperando ver aparecer una de las plagas del apocalipsis. Clima extraño se vivía. Mezcla de tensión e incertidumbre. Gente corriendo, persianas que se bajaban, grupitos debatiendo sobre lo que ocurría en cada esquina. “Entraron al Mercado”, escucho decir a alguien. “Vienen por la Pellegrini”, dice otro. Entro a un negocio, y en la fila se repetía la misma escena. Tres viejas atrás mío opinaban: “Ya pasaron por un Free Shop, se llevaron todo”. “Son todos vagos que no trabajan, no saben lo que es levantarse temprano para ir a laburar”, opina otro. La Plaga avanzaba hacia el centro de la ciudad de Salta desde todos los flancos. Estábamos rodeados. “Vi un grupito de pibes con mochilas en la otra esquina”, dice alguien al pasar. El rapipago me cierra la puerta en la cara y baja la persiana. “Mierda –pienso- tengo tres facturas vencidas que pagar”. Vuelvo a mi moto y salgo a toda velocidad hacia otro rapipago. Tenía 20 minutos para llegar antes de que cierren (si no es que ya cerraron por la Plaga) y para escapar de esa entidad abstracta, amorfa y peligrosa que venía arrasando todo en su implacable camino hacia el centro salteño. “Mi primo es policía, se están acuartelando en la comisaria”, escucho antes de partir.
  Llego al nuevo rapipago. Estoy a tiempo. “Mierda”… persianas abajo… estaba llegando la Plaga también en ese barrio. Justo antes de pegar la vuelta, llego a ver la puerta del costado abierta. Me asomo por ahí. Logro que me cobren, en el momento exacto en que la dueña entraba: “Hay que cerrar ya, me acaban de llamar que entraron a un pagofacil”. La Plaga seguía avanzando. Ya no quedaba rincón en el que moverse. Todo parecía que iba siendo tomado por la Plaga. “Tengo que llegar a mi casa antes de que me agarre”, pienso. ¿Por qué calle volver? ¿Me topare con ella? Tomo coraje y arranco. El mismo camino que hice siempre. Todo normal, nada extraño. “Debo haberla esquivado”, pienso.

  Pero no quera mirar hacia atrás. A toda velocidad llegue al barrio. Dejo la moto, subo corriendo los tres pisos que llevan a mi departamento. Abro la puerta y la cierro rápidamente. Pongo llave y el seguro. Llegue. Justo a tiempo. Según mis cálculos, a esta altura, Salta ya había sido Tomada.

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