El deber ser, o el no ser nada.
Parece ser: todo, o nada. Maldito deber ser. ¿y quién te dice que es lo que
debes ser? Se pueden ser cientos de cosas, incompatibles entre sí, y no ser
nada. ¿Eso es el deber ser? Quizá tu deber ser es, justamente, no ser nada. Es
decir, no ser nada pero no en los términos en que hoy entendemos el no ser
nada. Siempre se es algo, guste o no. Una araña se mueve tranquila por mi
ventana. Claro, meses y meses de completa libertad (no es que no la siga
teniendo, sino en el sentido en que nadie habitaba este lugar), y ahora estoy
yo, ocupando esta habitación, debatiéndome entre aniquilarla o dejarla
tranquila con su vida. La araña es lo que debe ser. Es araña. No tiene ese
debate interno, ¿soy araña o trato de ser ciempiés? Nono, nada de eso, es araña
y punto. Magnifica araña, creadora de increíbles y perfectas telas. Pero no
tiene opción. Lo que hace lo hace a la perfección, pero sin opciones. Que
dilema, cuando aparecen las opciones. Quizá a veces parecería ser más fácil que
de fábrica a uno le digan, bueno, vos vas a ser: cantante. Listo. Uno no tiene
ningún conflicto y ya sabe que es lo que va a ser. Al carajo. Pero no. Lejos
esta de ser tan fácil. Por suerte. O por mala suerte, depende de cada uno. ¿Se
puede ser lo que se quiere hoy en día…? Mmm… no me animo a dar ninguna respuesta.
Difícilmente, creo. La primera preocupación de uno es poder subsistir. Es
decir, conseguir dinero a costas de su fuerza de trabajo. Después veré si es lo
que me gusta. En cambio la araña, que no sé donde se metió ahora, no tiene ese
dilema. Es araña. Vive su ser a la perfección. No tiene que vender su fuerza de
trabajo. Pero no tiene opciones… Ahhhh que tema. Poder elegir. Poder proyectar
que es lo que va a ser antes de que sea… Y ahí vuelve el problema… ¿Qué es lo
que quiero que sea?
La araña entra y sale de su cueva (la ranura de la ventana corrediza).
Què es lo que la lleva a este accionar, no tengo ni la más remota idea. Lo
curioso es que probablemente ella tampoco. Desde el primer día que llegue acá,
se que ella está ahí. Pero curiosamente, por algún motivo durante el día ni se
asoma. Ahora que es de noche sale a corretear. Detesto las arañas. Es decir, me
parecen un ser increíble. Sigilosas, rápidas, perfectas arquitectas, pueden
construir y deshacer su propio universo. Pero tienen algo, que no puedo
describir ni se expresar, que me hacen alejar de ellas. Tengo un pacto
implícito. Del perímetro de mi casa hacia afuera. Si las encuentro fuera de ese
perímetro, las dejo seguir su camino. Dentro del mismo, las mato. No me gusta
llegar a eso, pero siento que no tengo otra opción. Y siento que ellas saben de
este pacto implícito. Con esta araña en particular, no sé qué hacer. Se encuentra
viviendo exactamente en el borde de la frontera. Frontera para mi, a ella le da
lo mismo. Pero la cuestión es que el nuevo, acá, soy yo. No se hace cuanto
estará viviendo aquí esta araña, pero seguro antes que yo.
¿Y si uno tenía la posibilidad de ser cientos de cosas, pero por
cuestiones de sistema solo puede quedarse con una? Por ende, estaría dejando de
lado muchísimas cosas que podría haber sido por la simple razón de que las
necesidades (dinero) a uno lo apremian y no puede andar jodiendo por ahí toda
su vida. O te decidís rápido o el tren arranca sin pasajeros. Maldición.
Quiero tomar este tren y el que va pa el otro lado. Imposible. ¿A si? Me
cago en esas normas. Bueno, uno tendrá que asumir las consecuencias después. Y
si, no queda otra. Se pasa el tren o se pasa la vida. A veces se pasa el tren y
la vida. La vida arriba de un tren, esa es otra opción. No literal, metafórica.
Ya lo dijeron, señoras y señores, bienvenidos al tren!!! Ahí apareció la
araña. Andaba haciendo aracnideses. Es decir, de las suyas, sin cuestionarse
mucho y sin preocuparse por el dólar paralelo. Que fácil seria, ¿no? Aunque le
quitaría mucha adrenalina a la espera en el andén. “A Tigre por favor”. “¿Ida y
vuelta?”. “Nono, solo ida (después veré que hago)”. No es que valla hacia aquel
lado por algún motivo, pero que mi llegada sea a un lugar que se llama Retiro,
no me agrada. Así que enfilemos para Tigre. Así son las decisiones de la vida.
¿Tal o cual carrera? Y… aquella tiene esa materia que no me llama ni un poco, así
que mejor me meto en esta. Y así se cerraron las puertas empresariales de vida
licenciosa y acomodada. Cagate. “¿Pero vos que querías?” Quería lo que elegí,
pero cagate igual. Es como preguntarle a la araña porque se detuvo, casi
congelada, con tres patas sobre uno de los barrales de la reja y el resto sobre
el dintel de la ventana… Y ahí está. Inmutable. Valla uno a saber por qué. Lo
único que espero es que cada uno de nosotros sepamos porque carajo estamos con
tres patas sobre el barral de una reja, congelados. O no. Pero que lo sepamos
al fin.
La araña se movió. El espiral se consume. Calculo que gracias a él (y a
la previsión y proyección que nos diferencia) es que, por el momento, no me
jodieron los mosquitos. Malditos mosquitos, esos sí que saben hacer aquello
para lo cual vinieron. Romper las pelotas. Ah, me olvidaba, también para
almacenar la sangre de los dinosaurios y poder revivirlos cuando nos aburramos
de nuestra tristísima realidad. Así tenemos algo a lo que enfrentarnos. De en
serio. A la araña la mato de un zapatazo, o con un spray matarañas y todas las
alimañas del jardín. Ahora, te quiero ver si en tu jardín se metió un
velocirraptor. Ja, que divertido se pondría, ¿no? Pruebe el nuevo Raid Anti
velocirraptores. Seguramente aparecería, ninguna duda.
Bueno, me voy a dormir. Un brindis por la luna y la araña de mi ventana.
Salud!