Hormigas caminan por el piso de mi cuarto. Mientras tanto, estudio. Algunas trepan a mis pies, los cuales sacudo, me hacen cosquillas, y ellas siguen su rumbo como si nada. No tienen rumbo. O su rumbo es precisamente no tenerlo. Simplemente caminan. Vienen, van, dan vueltas, paran en un punto, vuelven a arrancar. ¿Sentido? Parecería que ninguno... ellas lo sabrán. Sigo con mi estudio... Martinez de Tineo ingresa al Chaco hacia 1750, hay que pacificar a esos revoltosos indios... Uno hormiga, ahora con alas, camina sobre mis apuntes. Y sigue caminando, sobre una linea del tiempo que sin saberlo, se la llevo al Tucuman de fines del siglo XVI. Camina, todavía, aunque tiene alas. Avispas y abejas vuelan por mi cuarto. Demasiado polen cerca. Todo bien, no me molestan. Martinez de Tineo, en buena relación con los jesuitas, entrega los fuertes de sus avanzadas a la Compañía. Siendo indios nomades, la unica forma de dominarlos es estableciéndolos en un lugar fijo. También ingresan arañas. Mi cuarto es un club social. Hace dos noches, alrededor de la una de la mañana, mientras hacia un TP con la puerta que da al jardín abierta (mi cuarto tiene dos puertas, la de todo cuarto, y una que me da directo a un jardín, es genial) se metió un gato. Entraba tranquilo, como en su casa. Recién me vio cuando paso al lado mio y yo lo mire. Ni se sobresalto, simplemente pego la vuelta y salio por donde había entrado. Pero con las arañas no tengo la misma onda que con el resto de los bichos... Me fascinan, pero si su tamaño alcanza el de la uña del dedo gordo, tengo la obligación psicologica de matarlas. Perdonen. Se nota que últimamente subio mucho la temperatura, y va cayendo el sol. Arranca el partido de Argentina por las eliminatorias. Yo sigo estudiando, mientras otra hormiga, con o sin, rumbo, trepa por el termo, llega hasta la punta, da unas vueltas, baja y sigue... Me río, me sebo un mate, mientras leo como los jesuitas comerciaban junto a los guaraníes la mejor yerba mate del periodo colonial. Con las técnicas indigenas, claramente, no con la implementada por los españoles, que sacaban mayor cantidad, pero de peor calidad. Monopolizaron el comercio de yerba mate en el Paraguay. Demasiado monopolio, demasiado poder, demasiada prosperidad económica, demasiado buenos con los indios, los echaron.
Y acá estoy yo, sebandome otro mate, enterándome de un poco de la historia de este brebaje y de este territorio; cada bicho sigue en la suya...
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