En la esquina de la Av. Reyes Católicos y Los Carolinos hay un palo borracho. Sobre esa misma vereda, y exactamente en el punto en que pega la curva para entrar al barrio Tres Cerritos, hay un kiosco. Es de esos kioscos de chapa, que en algún momento de su historia, quizá, tuvieron la característica de ser móviles. Este, se nota, esta mas que instalado hace años. Estacionado justo frente al kiosco, sobre Los Carolinos, hay un Peugeot 404, bastante baqueteado por cierto. Hace ya un tiempo que no lo veo, pero ahí solia estar. De las ramas del palo borracho, que en este momento se encuentra completamente pelado, cuelgan unas ¿10? ¿12? escobas, no las pude contar. De todos los modelos, colores y tamaños. Siempre que vuelvo de la facultad en moto, doblo en esa esquina. Sobre el boulevard de la avenida, justo cuando hace una pausa para dar lugar al cruce de los autos en la intersección de la ya nombrada Los Carolinos, todas las tardes hay una doña haciendo tortillas. Este detalle, y su consecuente olor, se llevaban mis pensamientos a medida que yo ya transitaba Los Carolinos. El día que me percate del detalle del palo borracho, no le preste mas atención a las tortillas ni a su olor. Ahora toda mi atención se centra en contar cuantas escobas cuelgan del palo borracho y en tratar de explicarme el porque. Una sola vez en mi vida compre en ese quiosco. En realidad no compre yo, fue una amiga. Volvíamos de comprar unas cervezas y paramos ahí para llevarle unos caramelos a su abuelo. Unos caramelos que le fascinan, me entere después, y que nunca le pueden faltar. El kiosquero era un hombre mayor, de aspecto un tanto huraño. En ese momento no le preste ni la mas mínima atencion y, a pesar de que pasamos por debajo del palo borracho, tampoco me di cuenta de su artístico detalle. Hará unos ocho meses de la primera vez que vi sus escobas, y desde ese entonces, me pregunto ¿por que?... Hoy creo haber hallado la respuesta. Me pareció totalmente disparatada, esas cosas que uno escucha por ahí y no cree, las leyendas urbanas. El hombre del kiosco es un ferviente creyente de las brujas. Otros vecinos afirman, incluso, que su mujer practicaba la brujería, y que habría muerto en la practica de algún tipo de ritual. El elemento mas clásico asociado a las brujas es, naturalmente, la escoba. Símbolo falico, para algunos, debido a la supuesta promiscuidad de ellas; relacionado con la capacidad voladora para otros, a través del suministro de diversos tipos de drogas, dicen terceros. Elemento que no deja de ser asociado con lo femenino, como las brujas. Desde su muerte, su marido se pasa los días barriendo la vereda, frente a su kiosco, en la esquina de Avenida Reyes Católicos y Los Carolinos. Solo es desviado de su labor cuando alguien se para frente al kiosco de chapas. Cada escoba que ya no puede cumplir su función es colgada, como ofrenda a su difunta esposa, del palo borracho, símbolo de la abundancia, que tiene justo enfrente, en la misma esquina. Así se van acumulando entre sus ramas a medida que pasa el tiempo, hasta que muera el hombre, o deje de barrer la vereda.
La esquina para todos estos acontecimientos no podria haber sido mas propicia. Exactamente frente a esta ofrenda a una posible bruja difunta, en la otra esquina de Av. Reyes Católicos y Los carolinos, hay una iglesia. Si pasan de noche, cuando el kiosco esta cerrado, el olor a tortillas es solo un recuerdo y la gente duerme, tengan cuidado. Eviten cruzar esa esquina donde comienza Los Carolinos. Extrañas energías confluyen en un punto espacial exacto. Si es atravesado a espaldas de ojos humanos, nadie sabe que es lo que puede pasar. Incluso las palomas del campanario evitan sobrevolar la zona, incluso mirarlo. Solamente el hornero que habita entre las ramas de un roble vecino tiene respuestas. El hornero y el perro vagabundo que en las noches se tira a dormir acurrucado contra las chapas del kiosco, buscando protección del viento, temblando, tal vez de frió. Tal vez no...