domingo, 1 de febrero de 2015

Desprenderse

  Desprenderse, despojarse. Esa fue la consigna que vino de lo mas profundo. Quitar a algo lo que lo acompaña, cubre o completa; quitar algo con violencia. Así lo define el diccionario. Viene del latín despoliare, y se asocia con desnudar. Desnudar, pienso. Un gallo canta a lo lejos. Billie Holiday canta a mi lado. 6:30 am, recién llegado de trabajar. Desnudar, pienso de nuevo.

  Esa fue la consigna (lo supe después) y eso fue lo que me dedique a hacer. Me levante una mañana y note que la biblioteca estaba demasiado llena. Demasiado llena al pedo quiero decir. Ducha y mates de por medio, tome todas mis novelas, cuentos, novelas históricas, les saque fotos, y las publique. Se habían convertido casi en un fetiche, un maldito alimento para el ego que juntaba polvo en mi cuarto. Me encantaba ver esa biblioteca llena de todas las cosas que fui leyendo durante mi vida. Ya no. Despojarse, desprenderse, desnudarse. Fue siendo una sensación sumamente satisfactoria. Y el proceso recién comienza.

  ¿Porque ahora? Hace años que vengo arrastrando todos esos libros, varias mudanzas de por medio, y nunca ni se me había ocurrido deshacerme de ellos (o buena parte de ellos). ¿Porque ahora? Vuelvo a preguntarme. Y porque no. Algo cambió para que esa necesidad llegue ahora y no antes. Todo llega en su momento justo, ni un segundo antes ni un segundo después.

  -"Buenas, tengo estos libros, quizá le interesen"-, le digo al feriante. Disimulando mal la atracción que le produjeron los títulos, me tira un numero. Lo acepto, sabiendo que se los estoy regalando. Es que entendí desde el principio que me estoy despojando, no buscando un negocio. 

  Y ese despojo es, pienso de nuevo, el desnudarse al cual se vincula. La relación y las raíces que comparten las palabras no son inocentes. A medida que mas me desprendo de mis cosas, mas liviano, mas tranquilo, mas satisfecho, y mas desnudo me siento. Las cosas que uno acumula representan, creo yo, en gran medida, las inseguridades de uno. O las seguridades, según como se lo quiera ver. Pero también me di cuenta que muchas de ellas representan etapas. Etapas que mientras tenga todo eso acumulado, quedarían indefectiblemente abiertas. Es hora de desnudarse. Cada uno de esos libros que fui vendiendo/regalando representa una etapa-momento particular de mi vida. Siempre me ate a ellos. Quería seguir siendo parte de esos mundos que encierran sus hojas. Ya no quiero. Lo fui, lo disfrute, y se los agradezco. Pero ya pasaron. Y me sigo desnudando. Tal y como me desnudo con cada una de estas palabras, en cada post de este blog. -"Tal vez, pienso, mi camino de desprendimiento empezó cuando empece a escribir aquí"-. Afuera la noche se desnuda de día. La luz se despoja de oscuridad.

  En este proceso cayo también mi pc. Aquella que me compre estudiando sonido, en la que grabe cientos de boludeces encerrado en un sótano en la calle Suipacha. Foto acá, foto allá, publicación. Horas después parece querer emprender su propio camino. La mochila es cada vez mas liviana.

  Y así, uno se da cuenta de las maravillas de la tortuga, del caracol, de la araña. Y uno también es constructor de su propia tela, con sus bifurcaciones, sus tirantes, sus vueltas, y rupturas. Y la misma araña y su tela brotan de lo mas profundo del inconsciente a ofrecerme sus enseñanzas, a enfrentarme a mis miedos, a ofrecerme caminos. También aparecen pájaros que se posan sobre una enorme tela sin el mas mínimo temor a su constructor. Los mismos, quizá, que me cantan ahora, amaneciendo, mientras me desnudo en letras.